martes, 4 de diciembre de 2007

La conciencia del fin es el principio de la vida

¿Por qué sabemos que moriremos?

Ayer noche en una hora de esas que no duermes, se me ocurrió, por desgracia, pensar. Meditaba en mi lecho sobre el motivo del fin de semana y rememoré mí recién viaje a tierras americanas debido a la visita de unos de los miembros del grupo “hijos de puta team” a la capital zamorana.

En efecto: Pego, Jordi, Esteban y Pablo (mínimo) viajarán durante horas para reencontrarnos, esta vez, en suelo íbero; y no pude por menos, dedicarles mi actualización de hoy.

Medité entonces sobre mi estancia americana, que es lo más parecido a una realidad universitaria que he tenido debido a la “freak” clase de historia que es mucho más un ambiente empollón que universitario y que ya ni me sorprenden las charlas sobre historia entre descanso y descanso, o las fugas de clase (a la biblioteca, que os pensáis) echando al traste mi espíritu universitario.

Por eso para mí Toronto será inolvidable, ahí está uno de los mejores momentos de mi vida. La convivencia con desconocidos durante todos los días, durante tres semanas, de los que apenas conocíamos el nombre, pero con los que había una confianza terrible (como cuando Miriam me dejó 150 dólares para pagar el trip a French Canada, con el miedo que me daría a mí hacerlo con mucha gente que se me declara “amigo”). Por éste motivo y el bajón que supone la rutina salmantina, lo echo más en falta que nunca.

Pero, no fue lo único que rondaba por mi cabeza en aquel martirio nocturno que perturbaba mi sueño. Tras la conversación filosófico-psicológica y de trastornos mentales que mantuve con el casi recién licenciado en psicología Coco, fue normal que pensara en qué se fundamentan estos momentos que a la vida de todo estudiante marcan y por qué se producen. Y que como mi blog fue cerrado, pasaré a exponer aquí (tranquilos, sé que no habéis llegado a leer esto ya):

Conocido es por todos la media de vida humana es rondante a los 80 años y esto es una evidente distinción humana con los animales. En efecto, somos el único ser conocido en el mundo que tiene consciencia de su propia muerte, que sabe que si no es por atropello, morirá por oxidación natural. Es por esto que hay dos tipos clases de gente, las que la aceptan y viven “carpe diem y las que lo rechazan y huyen “in god we trust”. Quizás no sea real, pero probablemente los lazos sociales provocados por la neotenia y la dependencia total de una sociedad más o menos evolucionada, provocaron el nacimiento de la religión y de una dependencia total que hace evidenciar que la gente muere (debido a que ya no está y a que su función en el grupo, ahora queda vacante) y por ello hay una conciencia en el grupo homínido que sabe que su andadura terrestre tiene un fin.

Siempre pensé que era un lastre (no lo entendía), que el conocimiento del fin creaba angustia (para mí el principio de la religión). Pero entonces me di cuenta. No sólo crea angustia, no. Y para explicarlo no hay mejor ejemplo que la superproducción de “El señor de los Anillos”. No hay historia irreal sobre razas en las que la humana tenga super-poderes, o características especiales, en todas nos muestran débiles, dependientes, incluso lastres para el resto; en esta película el único humano estuvo a punto de apoderarse del anillo que provocaría el fin del mundo debido a ésta debilidad.

Siempre se nos presenta como el grupo más débil y más mortal, pero es que esa es nuestra fortaleza. Nuestra gran debilidad de consciencia de muerte y de debilidad crea en la raza humana un sistema de moral propio, de voluntad, valor y un afán de superación terrible que le ha hecho evolucionar desde como matar un animal con una piedra a como matar a todas las especies tanto por acción voluntaria como involuntaria del mundo en apenas unas centenas de milenios.

Con eso me di cuenta. Al ser sólo tres semanas, había que vivirlas. ¿Por qué bebíamos un martes? Porque alomejor era el último juntos, porque no era rutina, porque sabíamos que llegaría pronto el fin. Había tanto de que hablar y que divertirse, y sabíamos que no había casi tiempo, vivíamos cada segundo con pasión, como el último. No hubo un malgasto de tiempo con siesta, o con viajes en metro o en autobús estúpidos, simplemente andábamos, andábamos todos a una, todos juntos y hablando, no hablar era malgastar un segundo, y un segundo era más caro que cualquier i-pod nano o i-pod touch juntos.

Recuerdo siempre el día que visitamos las Cataratas del Niágara. Estábamos todos, tanto los de la resident como los family home. La parte de atrás de aquel autobús era nuestra. Aquella hora y media de viaje no hubo ni un minuto de silencio, y por mucha muerte que hubiera que respetar, no lo hubiera habido. Llegamos al pueblo y vimos las cataratas, nos montamos en el barco, subimos y bajamos el pueblo 3 veces, 13 horas juntos, estábamos cansados. Hubo un momento que me perdí, y estuve sólo apreciando la magnitud de la obra, no me arrepiento, quizás fue en el que más sentí la fuerza del agua caer, y en el que más me emocioné al oír a los rápidos cortar con el Ontario´s Lake, estuve sólo una hora, pero me pareció un mundo porque sabía que cuando me encontraran, no la vería igual, que cuando me encontraran, nos iríamos y nunca las volvería a ver. Por eso lo entendí, entendía porque la conciencia de fin quizás no sea mala ya que es por ella que parece que algunos segundos son el mundo, esos en el que estás con ella, esos en los que aprecias la maravilla de la naturaleza, esos que recuerdas y dices: “qué rápido ha pasado el tiempo”, si parece ayer.

¡Ay amigo! Por mucho que la consciencia de fin estire la vida, Cronos es implacable y nos pasa factura a diario. Por eso siempre parece que fue ayer, por eso todos los días recuerdo el sonido del Niágara en mi mente, porque el sentimiento de “ya se acabó” me rondó por momentos, mientras la interminable facultad me hace ver “otro día más” aumentado por la “envidia” que causan el resto de los universitarios con su vida normal, en sus clases normales. Por eso quizás muriese aquel 27 de octubre en “Canadiana´s resident en la que todos nos despedimos, quizás no resucite hasta que Salamanca muera.

Por eso ahora les echo de menos, por eso echo de menos aquel último día en el que casi se nos saltaron las lágrimas a todos, y que hubo algún@ que no pudo evitarlo, por eso siempre quedarán los recuerdos en nuestra memoria.

7 comentarios:

robus dijo...

Shaila....

BUENO BUENO BUENO BUENO! PERO TIA! LA VERDAD QUE PA LO POCO QUE ABLAS OTRAS VECES ESTA VEZ ESCRIBISTE ALGO VERDADERAMENTE EXTENSO JEJE Y BONITO ESO SI JEJE ME ALEGRO QUE DE VEZ EN CUANDO TENGAS EL DON DE LA PALABRA Y PROFUNDICES TANTO EN LAS COSAS. XAOTE!JIJI

Francisco Pascual dijo...

pobrecico...como me gustaria darte un abrazo xa q se te quitara esa morriña y empezaras a vivir de nuevo...conmigo

Anónimo dijo...

mierdal, este es mi tercer intnto jeje 1º no podia escribirte, luego te mando un correo en vez de dejarte el comentario y bueno por fin!a la tercera era la vencida no?jeje
bueno, ya veo que te tomas enserio lo de poner tu perfil cuando dicen que hagas tu perfil jeje agures!

Rodrigo dijo...

Lo de "desvarios" describe a la perfección la temática del blog de momento, por lo que veo.

Desvaría mucho, que nosotros leeremos poco...

Con dios!

Anónimo dijo...

te comento pues jaja
no se que poner, me ha gustado mucho lo que escribiste =)
tu cuenta los dias para que vaya a verte ^^
peor no hagas como derte y tania¬¬

en fin un besete en el culete =)!

Anónimo dijo...

bueno, estoy de acuerdo con algunas cosas pero no con todo, a mi me gusta la Navidad y yo creo que tu la odias porque de pequeño no te regalaron algo que querias o no veias los suficientes dibujos navideños

He dicho!

(Oskar)

Anónimo dijo...

Me ha gustado :D