lunes, 4 de enero de 2010

13 de octubre

En una pequeña localidad costera, la mar estaba revuelta, el oleaje rompía contra el vetusto paseo marítimo. El suelo, empapado, apenas dejaba caminar a los viandantes que se habían atrevido a desafiar el temporal. Vientos de casi 100 km/h y una lluvia de chuzos hacían entrever una tarde en la que casi todo el pueblo se encontraba en casa.

Fue por este motivo por el cual Ana pasaba la tarde en su pequeño chalet este 13 de octubre. Se atrevía a mirar por la ventana cuando podía ya que los cristales se encontraban empañados y contaba con otra tormenta dentro de su hogar. En el pequeño duplex también tenía el suelo empapado, pero no por el agua de lluvia o el oleaje, Ana recordaba con añoranza lo que un día echaba de más.

La llorera, acompañada con la pésima tarde, amargaban el día de la mujer. La estampa era bastante triste. Ana se encontraba sentada en una vieja silla de madera en una mesa camilla, cubriéndole sus hermosas piernas por las faldas de esta. Arriba, al haberse ido la luz, no había más iluminación que la de una vela consumida que le daba cronología a su tristeza mientras su cara, demacrada por las lágrimas y el escaso maquillaje corrido, era la muestra del nefasto día que vivía.

El olor a cera quemada predominaba en la casa mientras que la música tenía dos salidas. De fondo se oía la tormenta y de cerca: “Un año”. Era la continua melodía que cantaba nuestra protagonista y, siempre, mirando un papel escrito a mano sacado de un marco de una foto.

No llego a ver que reza, pero debe de ser un viejo recuerdo añorado. Ana canta y llora como siempre, pero parece que ahora varía su rutina. Ha dado la vuelta al papel, tiene pinta que no es lo que parecía, ¡era una foto! Se puede ver una pareja con vistas a un río, no sé quienes son, pero parece que se quieren. Poco a poco entiendo lo que pasa, Ana echa de menos a alguien que hace un año ¿Murió?, ¿Se fue?, ¿La dejó? Sólo está claro que el 13 de octubre se le ha marcado a fuego.

La postal se hace más deprimente a medida que avanza la escena, mientras ella vuelve a virar el papel. Ahora alcanzo a leerlo: “Te quiero y te querré siempre, eres lo mejor que me ha pasado nunca. Fran”. Lo vuelve a leer. Sinceramente no creo que tenga alzehimer y que según lo lee se le olvide, pero cuando llega al punto y final, vuelve a comenzar a leerlo, ¡Por mucho que lo leas no va a variar!

Ya no me quedan dudas, debe ser su pareja muerta hace un año. ¿Qué peor sufrimiento debe haber? Quizás que se muera un hijo, pero parece demasiado joven para haberlos tenido, además tiene una esbelta figura que, pienso, no ha podido haber tenido un embarazo.

Se hace tarde, el cuco ha salido y ha tocado las 12, ya no es 13, ahora es 14. Besa la foto y la coloca en el marco, que había estado escondido, pero no lo posa en un lugar visible. Baja al sótano y al lado de los garbanzos, en un lugar casi inaccesible, lo coloca, escondido, sin opción de ver a la luz. Debe ser un mecanismo de protección, si no lo veo, no lo siento; debe pensar.

Sube al piso de arriba, abre la puerta de la habitación y, a oscuras, se mete en la cama. Acolcha la almohada y se dispone a dormir. “¿Has visto la que ha caído?” -replica una voz de hombre-, “no te lo puedes imaginar” -dice ella-, “siempre estas igual cari, que exagerada eres, anda duerme y descansa”, “sí, será lo mejor”.

Ha rehecho su vida, pero su ex-compañero muerto le ronda en la cabeza. Pero no todo me cuadra ¿Por qué esconde la foto? Su marido es incapaz de respetar a su predecesor muerto ¡Es inexplicable! Debe de ser un amor platónico que le abandonó y que no ha podido superar. No, imposible, ¿Cómo no va a superar a un novio en un año? Si llora, le hace culpable, seguro que fue ella, ella cometió el error y ahora lo paga. Le añora a diario y a cada error de su marido y sobre todo el 13 de octubre.

Algo hace sospechar que no ha sido el peor día de su vida no sólo para una mujer. Alguien lo estará pasando igual o peor. Si ella, culpable, está así, ¿Qué dantesca escena espera en otra casa? O, ¿Es que al año siguiente el verdugo se hizo víctima, y la víctima verdugo?

sábado, 2 de enero de 2010

Ab cascarrabias

En una vieja tienda de barrio, Emilio, un cascarrabias de avanzada edad, trabajaba la talla de madera. En una economía mundializada era uno de los pocos que seguían optando por un negocio personal de artesanía. Sin embargo, la gente prefería la profesionalidad y la unicidad de las piezas del "Viejo" como cariñosamente le denominaban en el barrio.

Sin embargo, existía esa extraña relación entre la gente y el dueño. Sus gracias de cascarrabias provocaban la indiferencia de algunos, aunque bien entendían el comportamiento por la situación del Viejo. Una vida de soltero, con dolores de pierna habían mermado el humor del susodicho, y las mofas eran entendidas por los clientes. Al fin y al cabo, le tenían aprecio, los más pequeños le llamaban "House".

Ese carácter surgió tras un robo que sufrió. Al llegar un día a la tienda, vió su cerradura forzada. Entró y no echó nada en falta. Se sorprendió al ver que la caja de caudales estaba repleta, como el dia anterior y que no había habido destrozo alguno. En ese instante sospechó, rápidamente fue al backstage para corroborar que su tesoro se encontraba, pero fue en vano.

La obra que le había costado crear año y medio había desaparecido. La venus de Cnilo era una chabacanería al lado de la majestuosidad de su obra. De madera de ébano, había creado a la mujer perfecta. Curvas perfectamente moldeadas con unos pechos pequeños, pero elegantes, que conducían la mirada hacia la cabeza, donde los ojos, pese a no poder haberlos dotado de vida por las limitaciones de madera, eran los más perfectos ojos tallados nunca jamás.

La vida del Viejo tornó una miseria mientras un desconocido disfrutaba de la obra.

A diario mira la estantería, donde ahora existe una copia, pero que no es ni la mitad de perfecta. El vacío en su vida era evidente y, en ocasiones, tras no poder crear nada similar se preguntaba.

¿Quién es Él para disfrutar de la ambrosia de madera?

¿Qué era Él sin su diosa de ébano?